Muchos de nosotros añoramos
nuestra niñez, desearíamos poder ser nuevamente niños, el poder equivocarnos y
recibir una simple reprimenda, que nuestras preocupaciones sean sólo los
estudios, o si el mita`i de al lado te miró, qué ropa lucirás, vivir
despreocupadamente, sólo queriendo divertirnos, viendo el mundo con el alma y
no con los ojos críticos del adulto.
Quizás la solución es para
aliviar nuestra carga es aprender de ellos a gozar la vida, a vivirla, a dejar
de pensar en el futuro, y volver a lo natural de la vida.
Ser adulto nos es tarea fácil y claro que deseamos ser jóvenes o
niños eternamente, sólo que no puede ser, hay que aprender a ser adultos y
tomar nuestras propias decisiones.
Muchas veces deseamos retroceder
el tiempo y no tener tanto sufrimiento y responsabilidad en lo cotidiano. No es
fácil ser adultos, pero debemos dejar pasar nuestra niñez, nuestra juventud y
aprender a ser grandes padres, madres, esposos, esposas y soporte de nuestras
familias.
Dejar pasar la juventud es parte
de nuestro crecimiento, es parte de la vida misma, debemos aprender a
sobrevivir entre las tristezas y alegrías, nada
es para siempre.
No debemos tener miedo a la edad,
son etapas diferentes y cada una de ellas viviremos situaciones diferentes.
Cuando el amor de adulto nos
llegue a nuestra vida para habitar nuestro corazón deberemos aprender a llevar
nuestros años con dignidad. No tener miedo a la vejez, son años dorados que nos
traerá una paz muy bella, en paz con la vida, con Dios y con los que confiaron
en nosotros.
En la juventud, sin duda, vivimos
los mejores años de nuestras vidas, donde se tejerán o se tejieron los mejores
sueños, sólo que como todo en la vida, los años pasan y debemos aprender a
enfrentar nuestra vida de adultos.
La vida no es comprada, sólo prestada,
de nosotros depende como vivirla.
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